Pues a mí tampoco me parece bien……no es que me parezca mal, pero eso de hacer una carrera para que exclusivamente la corran mujeres sí que me parece discriminatorio, al fin y al cabo si en el resto de carreras no corren más mujeres, pues será porque no quieren.
Se lió. Y es que el otro día se daban las últimas cifras antes del cierre de inscripciones. Se superarían las veinte mil inscritas en la Carrera de la Mujer de Madrid.
¿Por qué una carrera sólo para mujeres?
Seguro que la gente entiende o sabe que se celebra una Liga Femenina de Voley y que la altura de la red es menor, que el Comité Olímpico separa por sexos la celebración de todas las pruebas del calendario de los Juegos o que en sus adorados mundiales de atletismo hay un 400m masculino y un 400m femenino. Pero ¿por qué esta diferencia? ¿Es promover que las mujeres se animen a correr o se está discriminando más?
Creo fervientemente que se consigue a través de lo primero. Discriminando a favor hasta que se consiga la igualdad de participación.
Hemos olvidado por completo que la discriminación positiva se aplica constantemente en la sociedad. Es facilitar las cosas a personas con dificultades para acceder a una tarea concreta. En este caso se trata (se trató en las primeras carreras en los años ochenta, en aquellas ‘carreras Avon’), a través de una operación mitad marketing mitad deporte, que haya un acceso total de la mujer a las carreras populares.
Carecemos de memoria histórica. La discriminación positiva nos permitió estudiar, coto antaño vedado a los hijos de los pudientes, pero en nuestro caso con una subvención estatal que costeaba parte del – por ejemplo – acceso a la universidad. O que las jugadoras de voley tengan la red más baja. Cada beca, cupo en oposiciones públicas, plaza de parcamiento para discapacitados, cartel en braille en un museo o rampa de acceso que se construye facilita la vida. En una palabra, se discrimina en su favor.
Cada subvención de un producto alimentario producido frente al voraz mercado global, cada electrodoméstico con una carga arancelaria, cada elemento industrial protegido por unos cánones hace que las economías menos favorecidas puedan competir con los grandes actores. Y nadie dice que nos fastidiemos, nos espabilemos con la silla de ruedas o aguantemos si no leemos los paneles del Museo del Prado (te las arreglas y llevas un amigo vidente que te los vaya explicando). O que paguemos los 27.000 euros de un transplante renal. Bueno, ya lo han empezado a decir.
¿No es puro marketing, con Adidas o Nike están frotándose las manos con los “entrenamientos para mujeres”?
Obvio decir que las marcas han desembarcado en un nuevo segmento. También es cierto que participar en una carrera popular no es un servicio público. Correr está de moda y las compañías están buscando cada resquicio para mantener sus ventas. Nadie dice que el objetivo del capitalismo sea la consecución de la igualdad. Pero subyace en cada conversación lo de “y, para hombres, ¿qué?”. Y eso no es discusión sobre política macroeconómica; eso suena a segregación de género.
Aun así, programas como Avon Race for Life ha llevado a seis millones de mujeres en el Reino Unido a participar en eventos deportivos. Se han recaudado casi 500 millones de Libras y se han financiado 4.000 investigadores contra el cáncer de mama. Sólo en España se diagnostican, al menos, 22.000 nuevas pacientes de cáncer cada año. En los eventos de nuestro país ya se ha contribuído con 50.000 euros a la Asociación Española contra el Cáncer a través de las Carreras de la Mujer. El motivo es doblemente solidario y tiene una consecuencia inmediata: que la gente corra.
¿Esa discriminación positiva no existe ya en las carreras populares sin necesidad de segregar?
Todavía estamos en pañales. Los datos de participación de la mujer en carreras son, en crudo y sin anestesia, pobres. Sólo en algunas pruebas de corta distancia existe algo parecido a una paridad: 11.000 mujeres corriendo junto a 22.000 hombres en la San Silvestre Vallecana. Pero no es por que las mujeres rechacen participar por principio. Hay algo más, según mi experiencia.
En los eventos estándar sí existe una discriminación que afecta a cómo se enfrentan muchas chicas al deporte-ocio: el cronómetro. La esencia de la carrera: no olvidemos que se empezaron a organizar bajo parámetros de clubs de atletismo y federaciones atléticas. Hoy día se abre el tráfico después de 1h30 en los sencillos 10 kilómetros de la Carrera de las Aficiones. Hace veinte años eran sesenta minutos y el ostracismo. Los corredores recreativos tardan bastante más de las 2h15 que muchas veces se ofrecen en media maratón. O que las 5h30 de los maratones.
Es curioso que en su día, cuando empezaron a ampliarse los límites de tiempo, nadie se quejara de “estar favoreciendo a los gordos, los viejos o los lentos”. Las voces sobre restringir los tiempos de corte son pocas. Aunque todavía existen y desde dentro del mundo runner.
En una Carrera de la Mujer hay un horario tan abierto que todas las mujeres entran en ese rango de poder participar.
Y ¿hasta cuándo se debe mantener esto?
El objeto es animar a que la gente corra y, cuando se haya conseguido, dejarían de tener sentido. Es más, creo que una vez que se llegue al 50%-50% de participación entre sexos como ocurre en otros países, es estúpido mantenerlas. En ese momento quedarían como meras carreras comerciales sin objetivo.
¿Para qué mantener campañas para que la mujer pueda tener estudios cuando existe una paridad total en las universidades e institutos? Pero primero hay que dar unos pasos que a nosotros nos parecen lejanos. Muchos hemos crecido en un marco teórico de igualdad pero la sociedad española da frecuentes muestras de desigualdad de sexos.
¿Nos podemos quejar, a pesar de todo?
En este sentido, como comentaba mi amigo Miguel Del Pozo, el atletismo está años-luz por delante en igualdad. En fútbol hay un machismo enorme, y es difícil que hombres y mujeres puedan compartir terreno de juego en igualdad de condiciones.
Al acercarse a una carrera la masa suele ser amistosa. Nadie le dirá “¿Qué haces tú aquí? Vete a fregar“, ni cosas así. Una chica va a su primera carrera, aunque sea sin mucho entrenamiento, corre rodeada de chicos y posiblemente se le quiten los complejos que pueda tener. Salvo que detrás no le rodee más que una ambulancia impaciente y prefiera volver a trotar a la cinta de su gimnasio.
El error es considerar la Carrera de la Mujer como segregación, cuando es precisamente empujar a la calle a hacer algo a un sector que no lo hace por propias percepciones de un medio todavía en fase de maduración. Ahora comienzan a abundar carreras de ocho o diez kilómetros con muchísima gente de su nivel. En algunas ciudades. No en entornos rurales o pequeñas comunidades.
Poco a poco.
¿Mejor entonces 100 mujeres en una carrera de 100, que 100 en una de de 1500?
Sí. Prefiero 95 mujeres contentas en una carrera de cien clasificadas. Aunque si lo diseñas bien, sorprenderá que esas convocadas superarán las “cuatro chifladas” y arrastrarás a la segunda carrera en volúmen de todo Madrid, solamente después de la San Silvestre Vallecana.
De todas maneras, si convocas “por la integración” sobre mil quinientas plazas y aparecen cien convocados frente a mil cuatrocientos, tu experimento ha resultado una grandísima mierda.
¿Qué piensas tú de todo esto?